Editorial: La Arquitectura Invisible.
- Maniobra
- 28 nov 2020
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I –Cuestión de perspectiva.
Quitar la dimensión del espacio a la historia y anteponer la del tiempo no es un gesto liviano ni ingenuo. Pensar en términos espaciales ajusta la escala del meta-relato histórico a la perspectiva humana en un gran plano de picada que desde una posición cenital aterriza en nuestras pupilas. Porque lo que las personas hacen en un lugar lo convierte en espacio, y porque los relatos también pueden transformar a los lugares no transitados en espacios vivos.
Pensar en términos espaciales implica también considerar su influencia en las relaciones humanas. Al fin de cuentas, nuestra vida (y el tras bambalinas también) está organizada en un escenario cruzado por miles de vectores de dirección y movilidad que tejen una trama social. En particular, el espacio está íntimamente vinculado con todos los cuerpos (jóvenes, viejos, hegemónicos, subalternos, inmóviles o discapacitados) y las relaciones entre ellos.
Podemos también pensar en los recorridos que trazamos habitualmente, los que nos llevan de la casa al trabajo, o de la escuela a la casa de un amigo, también en los recorridos que son el trabajo, como el caso de taxistas y choferes, cartoneros o recolectores, o abogados sin oficina. El espacio se puede estudiar y analizar de muchas formas, acá nos interesa pensarlo a través de la percepción.
Digamos que la principal manera de conocer el mundo que nos rodea es la que nos habilitan los sentidos, vemos según nuestra perspectiva, oímos lo que está en nuestro rango de audición, tocamos lo que está a nuestro alcance. A esto tenemos que sumarle que todos nuestros sentidos y particularmente nuestro sentido de la orientación (espacial y temporal) han estado históricamente sujeto a desarrollos tecnológicos. Podríamos llamarle incluso educación sensible a aquellas tecnologías y saberes culturales que influencian y condicionan nuestra manera de, por ejemplo, escuchar: displays y formatos de audios de alta o baja definición, de mirar: calidad de resolución de la imagen, filtros que “mejoran la realidad”, pixeles y megapíxeles, de saborear: comida con tanta sal y aditivos artificiales que queman nuestras papilas gustativas, frutas y verduras transgénicas e insulsas.
Como dijimos, nuestro sentido de la orientación espacial y temporal también se modela culturalmente. Por ejemplo, la importancia que tuvo el horizonte durante siglos resulta ahora, para gran número de personas que habita en contextos urbanos, prácticamente irrelevante. Su importancia se relativiza cuando la posición del observador pierde su estabilidad, ya no representa un límite comunicacional ni de conocimiento como para los navegadores en el siglo XVII. Con el tiempo la perspectiva lineal que se construye alrededor del horizonte como línea de fuga, fue relativizada con el montaje cinematográfico, las tecnologías satelitales, google maps y toda suerte de aplicaciones que cultivan en ciudadanos conciencias espaciales de múltiples perspectivas y sentidos.
II- La arquitectura invisible.
Dejemos de divagar y pensemos en nuestro espacio, la ciudad, barrio o zona en la que vivas. Donde sea que mires hay arquitectura, una que separa entre el adentro y el afuera, de cemento, cartón, chapa, vidrio o vegetación, hay límites que funcionan como los cimientos de espacios públicos y lo privados. Cuando empezamos la cuarentena lo privado estaba afuera de casa y dentro de las paredes de la casa burguesa, patriarcal, o de la diseñada para el confort del sector dominante. La peste presentó al espacio público como espacio “privado” de todes. A lo largo del año los límites se corrieron un poco, hoy privadas son algunas provincias y la mayoría de los países; más allá de estar recuperando cierta “normalidad”, con la experiencia de la cuarentena las fronteras de lo público y privado mostraron los hilos en tanto no solamente corresponden a los espacios físicos de la arquitectura, sino también a las decisiones y administración (prohibiciones y habilitaciones: políticas) que el poder ejerce sobre ellas. El espacio está subordinado a al movimiento y a lo que las personas realizan en ellos, los límites de la tierra se corren porque los límites de las propiedades se corren.
III – Stay safe, not necessary at home.
Francoise Collin en “Espacio doméstico. Espacio público. Vida privada” dice que habitar significa estar en paz en un lugar protegido, y este lugar puede estar al aire libre: no necesita tener un techo. Si pensamos a la arquitectura como experiencia que modela el espacio podemos decir que hay también una arquitectura invisible, un arte de pasar muros. Siempre reclutando adeptos a la creación de sentido animamos a que te preguntes: ¿Cómo vivís en tu ciudad? ¿Cómo transitás sus espacios? ¿Todos los espacios son relativos? ¿Qué sucede con aquellos espacios absolutos y homogéneos? ¿Qué sucede con aquellos que no son habitados, recorridos, vividos por nadie? ¿Qué sucede con aquellos que están resguardados, reservados, terrenos cercados e inhabilitados?
Editores de MANIOBRA
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